miércoles, 17 de noviembre de 2010

NATURALISMO. LITERATURA ALEMANA A FINES DEL SIGLO XIX

G. HAUPTMANN
LOS TEJEDORES

Gerhart Hauptmann y los tejedores

Gerhart Hauptmann (1862-1946) representan la figura más alta del naturalismo alemán, ya que alcanza la realización de una obra que logra describir las situaciones exacta y fielmente, de cuya matriz surge una literatura intensa y obsesionante. Los seres humanos expuestos en su obra están inseparablemente transferidos a sus impulsos y su medio, de tal forma que no les queda ninguna libertad de decisión; “son criaturas que sufren sin rebelarse, víctimas de oscuras potencias; han perdido la fuerza para regirse a sí mismas, y parecen desgobernadas” (ÍDEM). Centrándose en su propio sufrimiento, Hauptmann se transforma en el anatomista de la feneciente sociedad burguesa.



En la obra de Hauptmann se puede observar una ética de la compasión social, apoyada en un sentimiento de ecos cristianos, dando al naturalismo la profundidad de que careciera en sus inicios. La imperecedera cuita del cristiano atina en Hauptmann una ramificación social. Hauptmann se preocupa por los problemas sociales, creando una representación realista de las disputas de la clase obrera. Su obra cuenta la desintegración moral de un grupo de familias campesinas que se han enriquecido de repente al descubrirse carbón en sus tierras. En su desasosiego por los agentes del entorno y de la herencia que determinan la vida del individuo, su obra es el primer ejemplo de teatro naturalista en Alemania. Los tejedores (Die Weber) escrita en 1892 es una manifestación perfecta de lo antes expuesto, la tragedia es la historia de una comunidad de necesitados tejedores silesios, a quienes las máquinas dejan sin medios para poder continuar. Los tejedores es una obra que no representa el drama de un solo hombre, por el contrario, es el drama de todo un sector del pueblo que se une en torno a la propia angustia generada por su realidad. Unos hombres que sufren en carne viva, que se irrita y se rebela contra sus explotadores, y, a fin de cuentas, terminan por ser sometidos y subyugados por la fuerza. Hauptmann deja en evidencia el pesimismo y la desesperanza que se desarrolla en su alma a verse suprimido por la realidad establecida. Hauptmann y su obra se construyen sobre la indignación ante la miseria humana y el sentimiento de su incurabilidad.

Hay una novela escrita por Hauptmann cuyo contenido resulta fundamental para comprender el espíritu que lo gobierna. Emanuel Quint (Der Narr in Christo Emanuel Quint) escrita en 1890, es una novela en donde el autor reúne varios motivos recurrentes, como lo son el ambiente silesio3, la crítica de la sociedad burguesa, la ingrata vida de los humildes y la nostalgia de un renacimiento de la caridad y la esperanza cristianas. Una novela que toma como punto de partida la propia vida de Nuestro Señor Jesucristo. Vida maravillosa que repite la religiosidad del joven hijo de un carpintero saqueado por la fe. Emanuel es seguido por unos remedos de discípulos fanáticos, y es reñido, reverenciado, deshonrado y, por último, encarcelado, transformándose en un mártir de una época forjada a espaldas de Dios. Por fin, Emanuel renuncia a su misión, muere solitario en las montañas. Esta novela es sumamente importante y, a la vez, contradictoria, que termina por reflejar el conflicto personal de Hauptmann, de hecho, es el conflicto de todo un momento en la historia de Alemania: “la oposición entre el intelectualismo positivista y anhelo religioso”. (HORST. 1964:28)

Hauptmann estremece por su abundancia y su integridad. La vida de la cual escribe es una vida hecha para el dolor; esta es la noción que obsesiona a este romántico del sentimiento soñador y contenido. La complejidad de su obra muestra que Hauptmann, desazonado y nunca convencido, fue dando vueltas al pesimista complejo de cuestiones que planteaba la época de la decadencia burguesa. “Hauptmann había tomado mucho de la amplitud cultural de la burguesía, pero también de su desconcierto y desorientación”. (SCHNEIDER. 1956:147) Aunque en algunas oportunidades su obra resultara maltrecha por tratar de adaptarlas a las nuevas corrientes del discurso literario, nunca desmintió su fe en la humanidad y la compasión.

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